El Chateauneuf-du-Pape Blanc ofrece notas clásicas y hermosas de cítricos con mantequilla, panal, frutas de hueso y toques de piña. Es un blanco elegante, fresco, de cuerpo medio a completo que aumentará un poco de peso en el momento en que se embotelle; Tendrá la capacidad de beber bien durante 3-4 años y conservarse durante décadas.
En el año 1321, en época del Papa Juan XXII, cuatro barriles de la bodega papal llegaron a Châteauneuf para ser rellenados con vino; ahí empezó la historia del vino "du-Pape". La historia del Château de Beaucastel, situado en la parte más septentrional de la actual AOC Châteauneuf-du-Pape, se remonta a 1549, cuando Pierre de Beaucastel compró un granero y unas tierras en Coudoulet.
La bodega pertenece a la familia Perrin desde el año 1909 y, hoy, son Jean-Pierre y François, hijos del mítico Jacques Perrin, quienes lideran el proyecto. De hecho, es la quinta generación de la familia Perrin al completo la que aúna esfuerzos para hacer crecer día a día la leyenda de Beaucastel.
El respeto por la naturaleza es esencial en las viñas. Ya en 1950 se empezó a trabajar en ecológico y en 1974 se dio un paso más hasta llegar a la cultura biodinámica. Los famosos galets (cantos rodados), fragmentos rocosos que las aguas trajeron de los Alpes, mantienen el suelo húmedo y retienen el calor durante el día para liberarlo durante la noche.
En Beaucastel tienen plantadas las 13 variedades autorizadas por la AOC y todas se vinifican por separado. El arte de la mezcla, heredado de generación en generación, es el que garantiza que el estilo Beaucastel perdure con cada nueva cosecha. Pese a ser una de las bodegas más conocidas de la denominación, sus vinos son verdaderamente particulares.
En bodega se intenta que la uva siga siendo la gran protagonista y el uso de la madera es siempre comedido, nada de roble nuevo ni de técnicas modernas: clarifican con clara de huevo y jamás se filtra, pues están convencidos que esta práctica desvirtúa los vinos.
Sienten una especial devoción por el monastrell, variedad que cuando madura completamente ofrece una densidad y estructura que permiten al vino envejecer como muy pocos de los vinos del sur del Rhône. La garnacha también suele ser parte importante en los cupajes pero no se permite que domine el vino. En los mejores años, cuando la calidad es excepcional se elabora la ya mítica cuvée Hommage à Jacques Perrin, vino inmortal desde el primer día en que vio la luz por su enorme calidad y su pequeñísima producción.